MIGUEL MIRRA. Trabajador de la mirada.
(…) Miguel viene amasando hace décadas un cine minimalista y austero como los sujetos sociales que refleja. Quien ve sus documentales puede suponer que le basta con el mero testimonio contundente. Pero a quien se asome a sus ficciones realizadas, como “Los últimos” no le costará enfrentar un desborde de sutilezas en el miedo heroico de esos pibes refugiados en un “pozo de zorro”, allá en Malvinas. Lo propio ocurrirá con quien disfrute la lectura de “El amor y la peste”, cuando acceda al silencio gestual del patriota colonial confinado matizado por la escueta pero rotunda intervención de esa vieja india sabia, capaz de afirmar que “El agua no se niega ni se vende. Como el alma, como la tierra”. Me atrevo a sostener que el tono narrativo de Miguel Mirra no es el del intelectual que se afana por salir en esa foto que garantiza la posteridad. Por eso su trabajo se acerca a lo más genuino del arte popular. Allí donde el creador se hace acreedor a la visionaria profecía de Don Atahualpa Yupanqui: “Tendrás tu recompensa al final del viaje. Llegarás a ser lo anónimo. Pero ninguna tumba encerrará tu canto”.-
Jorge Falcone